Análisis: Política de acercamiento a Cuba de Joe Biden «ignora la realidad»
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La historia de un ejecutivo londinense que ayudó a salvar las finanzas de Cuba con inversiones capitalistas, pero que cayó en desgracia cuando los Castro quisieron detener el avance del capital extranjero en la isla, no es suficiente para los demócratas en su insistencia por reestablecer relaciones con el vecino comunista.
Mary Anastasia O’ Grady | The Wall Street Journal
“Los interrogatorios me sacan de la interminable rutina de la cárcel a intervalos aleatorios. Me llevan por pasillos tortuosos y retorcidos y paso puertas cerradas con candados con presos llorones a otro mundo paralelo. . . . la alegre foto de Raúl sonriendo como un rector reticente me invita a confesar, o mejor aún, denunciar ”. —Stephen Purvis, «Close But No Cigar» (2017)
El candidato presidencial Joe Biden ha prometido resucitar las políticas cubanas de la era Obama que reconocieron la dictadura militar de seis décadas como un país normal. Se suponía que los lazos diplomáticos y el turismo y las inversiones estadounidenses impulsarían la liberación de Cuba.
Los críticos predijeron que haría lo contrario. Legitimar la tiranía y poner más dólares en manos de la Castro Nostra, y que solo alimentaría más represión.
Las memorias de Purvis, que detallan sombríamente su arresto y los horribles 18 meses en las cárceles cubanas, respaldan la opinión de que es poco probable que el compromiso económico por sí solo suavice el despotismo cubano. El libro es una guía básica para futuros empresarios que deseen asociarse con totalitarios. Que sobreviviera es un tributo a su valentía personal. También es nada menos que un milagro.
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Purvis, británico, estaba casado, tenía cuatro hijos pequeños, trabajaba como arquitecto con algunas dificultades en el sureste de Londres cuando alguien le ofreció una oportunidad profesional en el Caribe. La tomó de inmediato.
Finalmente, trasladó a la familia a Cuba, donde, como alto ejecutivo de su empresa, trabajó con el régimen en una variedad de empresas conjuntas, incluidos complejos turísticos, hoteles y fábricas. A lo largo de una década, escribe, «nuestro negocio se convirtió constantemente en una empresa respetada».
Ese era el problema. Purvis reconoce que a medida que la muerte se acercaba sigilosamente a Fidel, el hermano menor Raúl y un grupo de sus compañeros militares se preocuparon de que el status quo «se convirtiera en algo incontrolable». Decidieron actuar «erradicando metódicamente cualquier cosa que fuera una amenaza», incluidos «todos los políticos de alto rango o líderes empresariales». Hubo «purgas públicas» de unos pocos, pero «la mayoría fueron simplemente eliminados» y «reemplazadas por figuras militares». Es decir: «Habiendo permitido que el capitalismo extranjero rescatara la economía colapsada» en la década de 1990, el régimen se movió para «decapitarlo antes de que se vuelva demasiado poderoso». Aunque no era fanático del embargo estadounidense de larga data, Purvis se encontró en la lista de objetivos.
En 2011 fue arrestado y «acusado provisionalmente de revelaciones de seguridad del Estado y actividades ilegales». Fue enviado a la famosa prisión de Villa Marista, la «Lubyanka, de la Gestapo» de Cuba, donde pasaría ocho meses agotadores. Pasó otros 10 meses en La Condesa, una brutal prisión de máxima seguridad para extranjeros.
Su primera celda de la prisión fue una mazmorra oscura, húmeda e infestada de alimañas del tamaño de un colchón tamaño king. Lo compartió con otras tres personas, esperó cuatro semanas para ver a un abogado y se le negó los 15 minutos de luz del día a la semana que prometían las reglas. Su encarcelamiento inhumano, y el de otros hombres de negocios extranjeros que repentinamente cayeron en desgracia, es el tema de las pesadillas de los campos de reeducación soviéticos.
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La tortura fue diseñada para dar frutos durante los interrogatorios, oficialmente conocida como «instrucción». Cuba quería «la cabeza de algún extranjero en un plato, preferiblemente una cabeza gorda de un buen negocio valioso o de alto perfil». No tenía a nadie que ofrecer, se negó a mentir y decidió que hacerlo sería contraproducente de todos modos.
Purvis llegaría a descubrir que había sido «falsamente denunciado por un ex colega». El cargo de espionaje finalmente fue retirado. Un cargo de «procesamiento de letras de cambio», que durante 10 años siempre pasó las auditorías del gobierno, fue demostrablemente falso.
En algún momento del camino, el presidente Torquemada y sus subordinados decidieron dejar todo el asunto. Pero no antes de que la esposa de Purvis tuviera un ataque de nervios y él se arruinara financieramente y quedara con cicatrices psicológicas.
El cinismo, el racismo y la podredumbre moral general de la dictadura corrían de arriba hacia abajo. El régimen no se inmutó cuando traicionó a Dubai Ports World, que tenía un contrato firmado para renovar el Puerto de Mariel. Purvis había viajado a Dubai con el ex yerno de Raúl, Luis López Callejas, para negociar el acuerdo. Pero seis meses después, López Callejas —cuya holding militar había “tomado el control por la fuerza” del turismo y la mayor parte del resto de la economía cuando Raúl asumió el poder— simplemente le dijo a Purvis que cancelara el trato de $ 350 millones porque “en Cuba no me gusta ver la palabra vinculante en los contratos «.
Tres meses después, Cuba anunció “un acuerdo con un grupo constructor brasileño respaldado con un préstamo estatal brasileño” de $ 850 millones. Purvis se preguntó para qué eran “los 500 millones de dólares extra” y por qué los periodistas extranjeros eran demasiado perezosos para darse cuenta. Unos cinco años después, estalló un escándalo de mega-soborno que involucró a empresas constructoras brasileñas y préstamos estatales en América Latina.
Esta es la Cuba que el presidente Obama propuso entablar. Ahora Biden quiere volver a intentarlo.
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