Análisis

ANÁLISIS: Las nuevas ambiciones de Irán en el hemisferio occidental

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ANÁLISIS: Las nuevas ambiciones de Irán en el hemisferio occidental

A pesar de la muerte de Chávez en 2013, Venezuela sigue siendo un aliado clave de Irán y un socio principal en los esfuerzos de Teherán para proyectar poder en el hemisferio occidental.

Ilan Berman y Joseph Humire* | National Interest

Dos buques de guerra iraníes navegaron recientemente alrededor del extremo sur de África hacia el Atlántico, muy probablemente en ruta a Venezuela. La historia es una que ha sido ignorada en gran medida tanto por los medios de comunicación como por la Casa Blanca, que ha minimizado el inminente ataque marítimo al opinar que «comprar armamento [de Irán] no pondrá comida en la mesa para los venezolanos». Sin embargo, el viaje expedicionario representa un desarrollo estratégico importante, tanto por lo que nos dice sobre las florecientes capacidades navales de Irán como porque refleja el enfoque perdurable de Teherán en asegurar un punto de apoyo militar estratégico en el hemisferio occidental.

Para comprender el contexto más amplio, es necesario apreciar la perspectiva estratégica de la República Islámica. Geopolíticamente, el régimen radical de Irán se ha visto durante mucho tiempo como el «centro del universo», una hegemonía regional en torno a la cual la política de Oriente Medio por necesidad debe girar. Sin embargo, los ayatolás iraníes piensan cada vez más en grande, y durante la última década (y especialmente desde la firma del acuerdo nuclear de 2015 con Occidente) han comenzado a ver a su país como un actor global.

Sin embargo, la condición sine qua non de ser una potencia mundial es poder proyectar el poder a nivel mundial, razón por la cual el régimen iraní ha buscado durante años erigir una capacidad naval de aguas azules. También es la razón por la que los funcionarios iraníes han expresado repetidamente su compromiso de establecer una presencia naval en el Atlántico, y por qué han tomado medidas concretas para hacerlo.

En 2015, el régimen iraní envió formalmente dos buques de guerra al Atlántico por primera vez. La medida tenía la intención de enviar un claro mensaje geopolítico a los adversarios de Teherán. «La flota militar de Irán se está acercando a las fronteras marítimas de Estados Unidos, y esta medida tiene un mensaje», anunció el almirante Afshin Rezayee Haddad, entonces comandante de la flota de la Armada del Norte de Irán.

Desde esa salida inaugural, el régimen iraní ha vuelto periódicamente a la cuestión de las capacidades navales en aguas azules y de desplegar una presencia naval sostenida lejos de sus costas. Si bien el temido ejército clerical del país, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) se encarga principalmente de la defensa costera y las operaciones del Golfo Pérsico, la Armada de la República Islámica de Irán (IRIN) se ha convertido en el principal medio del régimen para proyectar el poder marítimo. En su informe de 2019 al Congreso sobre el poder militar iraní, el Pentágono señaló que «una de las misiones clave de IRIN es llevar a cabo operaciones fuera del área y diplomacia naval en la región y más allá», y destacó sus «ambiciones a largo plazo para funcionar como una verdadera marina de agua azul».

Esas ambiciones ahora parecen estar dando un gran paso adelante, y el destino lógico de la floreciente armada expedicionaria de Irán es su socio más comprensivo en el hemisferio occidental.

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Los lazos militares entre Irán y Venezuela han florecido desde 2005, cuando el entonces presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad y el hombre fuerte venezolano Hugo Chávez forjaron una asociación vital centrada en la cooperación en defensa. Esa asociación proporcionó al régimen iraní, que entonces luchaba bajo el peso de las sanciones occidentales cada vez más amplias, una vía importante para eludir las sanciones y continuar aumentando su arsenal militar, incluido su programa de misiles y activos navales. También le dio a Teherán una importante puerta de entrada para ampliar sus contactos con otros regímenes regionales antiamericanos, incluidos Cuba y Bolivia.

Casi dos décadas después, esos vínculos han demostrado ser duraderos. A pesar de la muerte de Chávez en 2013, Venezuela sigue siendo un aliado clave de Irán y un socio principal en los esfuerzos de Teherán para proyectar poder en el hemisferio occidental.

Desde mayo de 2020, el régimen iraní ha estado proporcionando al régimen de Maduro suministros críticos, a través de múltiples envíos de combustible y alimentos. Pero la ayuda de Irán no fue simplemente altruista; simultáneamente, el IRGC comenzó a utilizar transferencias comerciales de gasolina a Venezuela como cobertura para el establecimiento de un corredor marítimo logístico hacia el hemisferio occidental. Más que la transferencia comercial de combustible, los petroleros afiliados al IRGC estaban probando las aguas del Caribe para encontrar rutas, puertos y límites precisos para una futura presencia naval iraní.

El futuro ha llegado y la cooperación militar entre los dos países va en aumento. Tras la expiración en octubre de 2020 del embargo de armas impuesto por la ONU a Irán, Teherán se ha convertido en un actor importante en los esfuerzos de Maduro por establecer una comisión científico-técnica militar para modernizar las fuerzas armadas venezolanas, algo que puede conducir a transferencias de armas entre los dos países en un futuro próximo.

Para la administración Biden, estos desarrollos contienen al menos dos conclusiones concretas.

La primera es que las capacidades militares de Irán están creciendo a un ritmo acelerado, a pesar de la desesperada situación económica del régimen. En los últimos dos años, la economía de Irán se vio afectada significativamente por la presión de Estados Unidos, que ha desestabilizado la economía iraní y ha ayudado a impulsar las protestas de base nacionales contra el régimen de Teherán. Sin embargo, las inversiones de la República Islámica en capacidad militar no parecen haber vacilado como resultado. Y ahora, están a punto de volverse aún más sustanciales, a la luz del alivio de las sanciones que probablemente reciba el régimen como resultado de las renovadas negociaciones con Estados Unidos.

La segunda es que el régimen iraní está construyendo una presencia militar operativa activa en el hemisferio occidental. En el pasado, los analistas y funcionarios han tendido a descartar la participación de Irán en América Latina como en declive, o simplemente como una función de la era Ahmadinejad / Chávez. Sin embargo, está cada vez más claro que la República Islámica mantiene un interés estratégico duradero en hacer crecer una huella militar al sur de la frontera con los Estados Unidos, y que los regímenes comprensivos de la región le permiten establecer una.

Además, estas tendencias se están convirtiendo cada vez más en un problema de Washington. Los buques de guerra de Irán están actualmente en camino de llegar a Venezuela a principios de julio. Si lo hacen, y cuando lo hagan, representará un hito importante para las ambiciones de aguas azules del régimen iraní y una nueva era potencial para la presencia de Irán en América Latina. A su vez, la forma en que Washington elija responder contribuirá en gran medida a señalar a los líderes de Irán y a sus homólogos latinoamericanos si Estados Unidos se toma en serio la lucha contra la intrusión de uno de los regímenes más peligrosos del mundo en el hemisferio occidental.

* Ilan Berman es vicepresidente senior del Consejo de Política Exterior Estadounidense en Washington, DC. Joseph Humire es el director ejecutivo del Center for Secure Free Society, también en Washington. Son los coeditores de La penetración estratégica de Irán en América Latina (Lexington Books, 2014).

Este artículo fue publicado originalmente por National Interest, bajo el título de ‘A New Era for Iran’s Ambitions in the Western Hemisphere’.

 

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