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La única esperanza del comunismo cubano es Joe Biden

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La única esperanza del comunismo cubano es Joe Biden

Un triunfo de Trump significa más presión en medio de la difícil situación de Cuba, mientras que la victoria de Biden llevaría a un retorno seguro a las políticas establecidas en la administración Obama en la Isla.

Redacción | Primer Informe

Luego de salir victorioso en el 2016 y asumir la presidencia de los Estados Unidos el 20 de enero de 2017, Donald Trump no ha bajado la intensidad de su actitud contra el régimen cubano. La única esperanza que guarda el gobierno castrista es que esta vez sea Joe Biden el ganador de las elecciones presidenciales.

En Cuba todos hablan de lo mal que están las cosas, la escasez de jabón para lavar, las infernales colas para comprar un pollo y terminan con la interrogante “¿que tu crees que va a pasar el 3 de noviembre?” en referencia a las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Los ojos del mundo están volcados sobre estos comicios electorales, pero más Cuba, Venezuela, Nicaragua, entre otros.

A medida que se acerca la fecha la pregunta contiene un tono más angustiante. Es una ansiedad con la que no pueden cargar un poco más. En la Isla da igual tener un negocio privado, ser un hotelero extrajero, un funcionario estatal o un simple cubano de a pie golpeado por la vida. Todos andan expectantes y preocupados, por sobre lo que va a pasar “después de…”. La gravedad de la situación económica, hace que las elecciones en Estados Unidos sean clave para saber cual es el futuro de Cuba.

“Por razones obvias, las elecciones en EE.UU. siempre han sido algo importante para nosotros. Pero en esta ocasión, te diría que lo son más que nunca debido a la situación de extrema vulnerabilidad en que nos coge”, dice el economista cubano Omar Everleny a El País de España.

Everleny comenta que la difícil situación en la que se encuentra la Isla, con una economía semiparalizada por la pandemia de la COVID-19, que ha dejado sin turismo (una de las principales fuentes de ingreso de divisas), con un sistema productivo precario, pendiente de la aplicación de reformas mil veces demoradas, y sin liquidez para pagar deudas sin importar, lo que ha traído consigo anaqueles vacíos, enormes colas de usuarios a las afueras de los establecimientos, la fotografía perfecta del aumento de una crisis que va en ascenso.

A ello se debe sumar también la crisis en Venezuela, el principal sponsor de petroleo que tiene Cuba a precios preferenciales y el recrudecimiento del embargo por parte de la administración Trump, que ha ejecutado al menos 150 medidas y sanciones en lo que va de mandato con el objetivo de asfixiar la economía, poniendo a Cuba sobre las cuerdas, sin embargo, el régimen es incapaz de tirar la toalla en una pelea que tiene perdida desde hace mucho tiempo.

“El panorama es tremendo”, coincide con Everleny un hombre de negocios extranjero con contactos en las alturas. Dice que cada vez que visitas un despacho oficial, y más si es el de un viceministro o “más pa arriba”, es lo mismo: “Todo el mundo mirando hacia EE UU con los dedos cruzados para que gane Biden”, comenta la nota de El País.

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Y no es para menos. En cuatro años de gestión de Trump ha significado un daño muy grande para la Isla. Trump acabó con la política de acercamiento prevista en el gobierno de Barack Obama, atacó también las remesas que los exiliados podían enviar a sus familiares, prohibió los cruceros y los viajes de estadounidenses a la Isla (con Obama, Estados Unidos se convirtió en el segundo país emisor de turistas hacia Cuba) y terminó los vuelos directos a 15 provincias del país (excepto La Habana).

El investigador recuerda también que Trump aumentó la persecución contra los barcos que operan con Cuba, contra buques que transportan el petróleo a la Isla, puso en vigor la Ley Helms-Burton para desestimular la inversión extranjera y agredió contra los programas de colaboración médica cubana, una de las más jugosas entradas de dinero para el régimen. “En fin, que asestó un golpe durísimo a una economía ya en crisis por sus propios males”.

Según datos oficiales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, “el bloqueo norteamericano provocó pérdidas de más de 5.000 millones de dólares [unos 4.300 millones de euros] solo el año pasado”. Eso pensando en un país que debe hacer milagros todos los años para conseguir los 2.000 millones de dólares para la importación de comida y productos básicos, y un turismo que marche muy bien, aporte otros 3.000 millones de dólares.

El exdiplomático cubano Carlos Alzugaray, aseguró por su parte que “cuatro años más de [Donald] Trump serían fatales, mientras que un triunfo de [Joe] Biden daría oxígeno”. Así como él piensa la mayoría, pero también hay consenso en una idea que señala Rafael Hernández, académico y experto en relaciones Cuba-EE UU y que también es director de la revista Temas. “Pase lo que pase el próximo 3 de noviembre, Cuba depende de sí misma y del éxito de las reformas que tiene que hacer, pues el país necesita hacerlas con independencia de quien gane”.

Las reformas que se anunciaron y que fueron aprobadas hace tiempo pero nunca se implementaron por resistencias internas y otras circunstancias, darán un impulso considerable a la iniciativa privada, estimularán la creación de pymes y cooperativas, crear mercados mayoristas para los cuentapropistas (personas independientes), permitirán a los nuevos actores privados importar o exportar, entre otras cosas. Son reformas importantes en el contexto cubano, pero claro está, hay que hacerlas de verdad, sería fatal que otra vez la cosa se quedara en palabras o se hiciera a medias.

En este contexto, para Cuba las elecciones en los Estados Unidos son de suma importancia. En resumen, Trump significa más presión y dificultades en estos delicados momentos que vive la Isla. Biden que defendió junto a Obama una política de compromiso y apertura hacia La Habana, podría retomar de inmediato la política anterior (cruceros, viajes, remesas, etcétera) lo que supondría un alivio considerable, aire a corto plazo, y no solo para el Gobierno sino también para los cuentapropistas y dueños de restaurantes y hoteles privados, a quien la política de Trump machacó. Se calcula que el daño al turismo y al sector privado por las medidas de Trump anteriores a la COVID-19, podría estar entre el 20 y el 30%, o más.

Con información de El País.

 

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